lunes, 23 de enero de 2012

Presemtadores de una gala



Actores, actrices, directores, estrellas de TV y hasta una soprano se han puesto a los mandos de una gala que, año tras año, se ha convertido en la gran fiesta del cine español.

En el Palacio de Congresos del Paseo de la Castellana recogió el testigo en 1988 el gran ausente del año anterior: Fernando Fernán-Gómez. El actor, que se alzó en la primera edición con tres premios mientras dormía plácidamente, abrió la segunda edición de los Goya con un discurso en el que remarcó que “el 0.8% de los asistentes saldría con premio y el 99.2% sin él”. Fue el año de El bosque animado y el día en el que Verónica Forqué conseguiría ser reconocida por partida doble como intérprete, hito nunca más repetido ni por un actor ni por una actriz.

Vinieron después cuatro años en los que el peso de la gala se trasladó a diferentes parejas de actores: Verónica Forqué y Antonio Resines, en 1989; Carmen Maura y Andrés Pajares, en 1990; Lydia Bosch y Jorge Sanz, en 1991; y Aitana Sánchez-Gijón y José Coronado, en 1992. De forma casual o no, estos dúos han terminado trabajando juntos, antes o después, en la gran pantalla: El tiempo de la felicidad, ¡Ay, Carmela!, La forja de un rebelde y Animales heridos, respectivamente.

En 1993 Imanol Arias, cuatro veces candidato hasta la fecha a Mejor Interpretación Protagonista, condujo un show en el que se despidió al primer presidente de la Academia, José María González Sinde, y en el que por primera vez, durante los discursos de agradecimiento, se proyectaron vídeos de los largometrajes que resultaron vencedores. Al año siguiente se estrenó Rosa María Sardà como anfitriona, labor que repitió con gran éxito en 1999 y 2002. En esta primera ocasión en que una mujer asumía esta labor en solitario, Sardà dio buena muestra de su sentido del humor al presentar el Goya al Mejor Diseño de Vestuario asegurando que lo haría ella “por razones obvias”, pero no el de Mejor Maquillaje por el mismo argumento.

En 1995 fue María Barranco la conductora de una gala en la que la máxima triunfadora fue Días contados, historia dirigida por su entonces marido Imanol Uribe que consiguió ocho ‘cabezones’. Cuando se le entregó el Goya a la Mejor Película la actriz rompió a llorar y puso el broche final recordando que “la única justicia en el cine la hace el paso del tiempo”. Verónica Forqué y Javier Gurruchaga, y Carmen Maura y Juanjo Puigcorbé formaron tándem en las ediciones de 1996 y 1997. El Gran Wyoming, en 1998, fue el primer personaje de la televisión que presentó el evento y sus palabras de inicio hicieron reír al público: “Estos son los aplausos que mejor sientan, los que le dan a uno cuando no ha hecho absolutamente nada”. Fue el año en que José Luis Borau levantó sus manos blancas contra ETA tras el asesinato el día anterior de Alberto Jiménez y su esposa a escasos metros de La Giralda.

En el año 2000 fue Antonia San Juan quien condujo una gala que se trasladó a L’Auditori de Barcelona, la única vez que los Premios Goya se han entregado fuera de Madrid. Como presidenta, Aitana Sánchez-Gijón, y entre los asistentes Mariano Rajoy, entonces ministro de Cultura; y el Príncipe Felipe, que al filo de la medianoche cumplía 32 años. Almodóvar, siempre divertido, le brindó su premio al mejor director resaltando que“si yo fuera un poco más, no sé, como Marilyn, le cantaría el ‘Cumpleaños feliz’. No me atrevo, y se lo digo con todo corazón”. La música comenzó a sonar y el público se encargó del resto.

Concha Velasco, María Barranco, Loles León, Imanol Arias, Pablo Carbonell y Jose Coronado. Seis profesionales para la decimoquinta edición, todo un récord. Juan Luis Iborra y Yolanda García elaboraron un guión en el que se repasaron los gazapos más notables del cine español y se homenajeó a la música por partida doble, pues no solo bailaron los presentadores, sino que se estrenó la categoría de Mejor Canción Original. La noche se cerró al ritmo de ‘Resistiré’. 2003 se recordaría como el año del ‘No a la guerra’: Guillermo Toledo y Alberto San Juan, miembros de Animalario, pusieron voz y cara a una ceremonia adornada con música cíngara, un viejo carromato y vestuario circense, en la que entraron con una motocicleta bajando las escaleras que más tarde descendieron todos los premiados. El año siguiente Cayetana Guillén Cuervo y Diego Luna se declararon “novios por una noche” y pusieron todo su empeño en homenajear al cine iberoamericano, a lo que el actor añadió que “la estatuilla pita en los aeropuertos”. La traca final la puso Anabel Alonso con un mono ignífugo del que salieron fuegos artificiales.

En 2005, Antonio Resines, Maribel Verdú y Monserrat Caballé se encargaron de una ceremonia que sería recordada por los catorce goyas de Mar adentro, récord de galardones que ha cosechado una película, y por una iniciativa que no cuajó: bajar los micrófonos a los premiados cuando cumpliesen el tiempo determinado para su discurso. La vigésima edición volvió a contar con Antonio Resines y Concha Velasco, actores que ya habían ejercido como presentadores y repitieron en un día de recuerdos en el que la alfombra de entrada se tiñó de blanco por una nevada.

Cambiaron las tornas en 2007 y la labor de presentador, desde entonces, la han ejercido estrellas del medio televisivo: José Corbacho, en 2007 y 2008, se atrevió con diversos disfraces; Carmen Machi, que en 2009 bromeó a pocos centímetros de Benicio del Toro y propició un beso entre Santi Millán y Jose Coronado; y Andreu Buenafuente, que murió en 2010 para que el ‘dios’ Resines lo resucitase metafóricamente en 2011 pudiendo así conducir la gala un año más.

Eva Hache, quinta mujer que asume en solitario la presentación de esta fiesta, tiene por delante una labor complicada. ¿Con qué nos sorprenderá?

La entrega de los Premios Goya ha cambiado mucho desde que se celebrasen por primera vez en el cine Lope de Vega de la Gran Vía madrileña. En un lunes de marzo de 1987 se entregaron un total de 18 galardones, incluyendo el de la categoría de honor y la estatuilla número 0 destinada al rey Juan Carlos. Una gran figura de nuestro cine, Fernando Rey, se estrenó como maestro de ceremonias. Su labor de presentador en la primera edición fue muy complicada: tuvo que explicar, ayudándose del notario, el sistema de votación que también se estrenaba. Una ceremonia que llegó a su fin con la súplica del intérprete pidiendo que subiesen al escenario “premiados y premiadores. No me dejéis aquí solo...”.

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